Mucho se habla ahora de sanar nuestro niño interior. Y es muy bonito que así sea porque es una parte fundamental de todos nosotros. Además, puede tener las respuestas a emociones, bloqueos o circunstancias de nuestra vida.
El concepto del niño interior tiene su origen en el psicoanálisis. Está fundamentado en la importancia que tienen en nuestra vida y en el desarrollo de nuestra personalidad las experiencias que vivimos en la infancia.
¿Qué o quién es realmente nuestro niño interior?
Con el tiempo, nuestro cuerpo va creciendo y, lastimosamente, también la verraca coraza emocional que construimos para “protegernos” del mundo. A medida que nos expandimos físicamente, nos vamos alejando también de nuestro centro, de nuestro corazón, y el vacío que se va formando aumenta en igual proporción.
El niño interior es un concepto de la corriente psicológica moderna de la Gestalt (la misma en la que se enmarca la terapia de constelaciones familiares desarrollada por Bert Hellinger). Representa la estructura psicológica más vulnerable y sensible de nuestro “yo”.
Parceros, en otras palabras, es esa parte de nosotros que se formó con las experiencias negativas y positivas que vivimos cuando éramos peladitos, en los primeros años de vida, y que permanece a lo largo de nuestra existencia evidenciando los dolores, los traumas, las alegrías, la actitud positiva o los miedos.
En ocasiones, nuestro niño interior determina la forma como respondemos o reaccionamos ante las cosas que nos pasan. Por eso, a veces una palabra, un gesto o una simple actitud de alguien puede desequilibrarnos, ponernos de mal genio o desatar un verraco miedo que desconocíamos.
Y es que parceros, resulta que esa respuesta casi automática está ligada a los recuerdos o asociaciones que de adultos hacemos antes circunstancia que vivimos y que resuenan con recuerdos que quedaron anclados en nuestra primera infancia… Aaaayyyy, cuánta cosa hay en nuestro verraco subconsciente ome.
¿Por qué es importante hablar de nuestro niño interior?
Así como vimos en el artículo sobre la importancia del amor propio, aceptarse a uno mismo es clave para lograrlo, y aceptarnos significa abrazarnos tal y como somos parceros. Y dicen los expertos que eso no se puede lograr sin conectar con nuestro niño interior; o mejor, que es más sencillo hacerlo si sanamos con él.
Y es que parceros, lo sepan o no, todos llevamos dentro de nosotros ese niño o niña que alguna vez fuimos y cuidarlo es importantísimo para nuestra salud emocional. Todos, yo creo que hijuepuchamente todos, tenemos algún rayón generado en nuestra infancia.
Es que pobres papás, y lo digo yo que ya soy uno, sin querer podemos traumatizar a nuestros hijos, ya sea por falta o por exceso. Si se miman mucho, que se vuelven dependientes; se les da mucha libertad, que van a sentir que no les dimos suficiente amor; si uno es estricto, puede pecar de controlador y generarles inseguridades; si, por el contrario, somos laxos, que entonces los vamos es a dañar porque no van a saber qué son los límites.
Aaaaaaaayyyyyy, ¡qué difícil es ser papá!! Jejejjee… Pero es maravilloso, no se me asusten. El caso muchachos es que por cualquier motivo uno puede generarles un trauma a los hijos sin querer queriendo, como diría el Chavo del Ocho.
Hacer un viaje a nuestro interior para reconocer y hablar con ese parcerito que todos llevamos dentro nos ayuda a descubrir qué vivimos cuando éramos pelados, cómo nos trataron nuestros papás, qué nos dieron, qué nos hizo falta, qué problemas y carencias tuvimos. Todo esto nos ayuda verracamente a entender por qué carajos hoy somos como somos.
Conocer a nuestro niño interior para sanar con nuestros padres y con nosotros mismos
Parceros y es que a los pobres cuchos les sucedió lo mismo, solo que en la época de ellos no se hablaba de estos temas, era muy poca la conciencia que había sobre la salud mental y emocional y de la importancia de sanar y de amarnos.
Ahora, por lo menos, existen terapias, técnicas, métodos de crianza y todo está superdesarrollado, pero en la época en que a ellos les tocó criarnos el psicólogo que había era la chancla, jejeje.
Así que pobres de nosotros, qué montón de traumas nos habrán creado por ignorancia porque, estoy seguro parceros, que no lo hicieron por tener un corazón de piedra ni por querer hacernos daño. Ellos también tenían a su niño interior herido, pero no lo sabían.
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El caso parceros es que, aunque somos fuertes (tampoco quiere decir que entonces cualquier grito o regaño cuando éramos pelados ya nos volvió depresivos o inseguros o ególatras, tampoco) sí hay temas que, por alguna razón, quedaron grabados en nuestra memoria y que es necesario que los sanemos.
Muchachos, todos cargamos con una pesada maleta en la espalda llena de recuerdos y experiencias emocionales que nos anclan al pasado, al dolor y que no nos dejan avanzar. Entonces tenemos que abrirla y sacar lo que ya no nos sirve.
Todos tenemos un niño interior que necesita sanar
El caso es que casi todos, por no decir que todos, tenemos heridas emocionales que se crearon en nuestra niñez. Heridas que si no fueron identificadas y tratadas en su momento, puede que hoy estén intentando ver la luz.
Muchas de estas tienen que ver con el nivel de reconocimiento o desaprobación que recibimos cuando éramos pelados; así como con el afecto que nos dieron nuestros padres o, por el contrario, con las carencias afectivas que tuvimos.
Sanar el niño interior es ponerse en contacto con nuestro yo en aquellos momentos o etapas de nuestra niñez en los que vivimos episodios de dolor que no supimos cómo manejar o que ni siquiera entendimos porque éramos muy pequeños para comprenderlos.
Entonces muchachos, es posible que nuestro niño interior esté herido y que sea el momento de intentar entender qué le está pasando para ayudarle a sanar y sanarnos. Este proceso es muy bonito parceros porque es un trabajo de autodescubrimiento y de comprensión.
Para identificar esos dolores y tristezas que de vez en cuando salen a la superficie y afectan nuestra vida adulta, es necesario regresar al pasado para descubrir cuáles fueron esos episodios o situaciones negativas que no hemos superado y que se han convertido en una pesada carga que es hora de liberar.
Aunque es un proceso bonito, puede ser doloroso porque implica descubrir o revivir asuntos a los que ya les habíamos echado tierrita. Es bien sabido que los seres humanos tendemos a bloquear los momentos traumáticos como una forma de autoprotección.
Entonces, cuando se hace un proceso para sanar nuestro niño interior esos recuerdos que teníamos por alláaaaaa guardados en la trastienda salen a flote, algo que, sin lugar a dudas, puede causar mucho dolor.
¿Qué es el niño interior herido?
Cuando éramos niños buscábamos el amor y la aceptación de nuestros padres y, en ocasiones, ellos no respondían como nosotros deseábamos y pensábamos que estábamos haciendo algo mal. Nos sentíamos culpables así no supiéramos de qué.
Ahora que somos adultos comprendemos muchas cosas que vivían nuestros papás y que de niños no entendíamos. Sin embargo, en esa época, aunque nada tenían que ver con nosotros, en el fondo creíamos que eran nuestra responsabilidad.
Y es que parceros, todo es una cadena, por eso es tan importante sanar a tiempo para no repetir esos patrones de comportamiento o de crianza. Por ejemplo, cuando nuestros papás nos regañaban porque gritábamos a veces ni lo hacían por el verraco grito, sino porque en su interior tenían un cúmulo de problemas y de frustraciones no sanadas que eran descargadas apenas les dábamos un motivo para hacerlo.
Entonces, como de niños siempre estábamos esperando agradarles para recibir amor a cambio y sentir su abrazo y protección, cuando hacíamos algo mal, además del hijuepucha regaño que nos pegaban, nosotros mismos nos castigábamos sin darnos cuenta, por haber hecho algo que, en lugar de afecto, merecía la vaciada del papá.
No eres bueno para nada…
«No seas tonto”, “mira lo que has hecho”, “no eres bueno para las matemáticas”, “tenías que ser tú”, “por qué eres tan desconsiderado”, “no vas a ser capaz”…
Según la teoría del niño interior, ese diálogo interno que de adultos nos atormenta y nos descalifica se formó cuando éramos pelados y, aunque han pasado los años, sigue presente en nuestras vidas para autosabotearnos.
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Esas frases que hoy nos repetimos son fruto de lo que escuchamos de nuestros papás, abuelos, profesores. Por eso parceros es tan pero tan importarte entrar en contacto con nuestro niño interior para tomar conciencia de dónde sacamos estas creencias sobre nosotros.
Cuando lo hacemos e identificamos dónde las aprendimos, nos damos cuenta de que esas palabras no somos nosotros, no es que hayamos nacido con esa creencia, sino que fue “sembrada” cuando éramos pequeños por los mensajes que recibíamos, de forma directa o indirecta, cuando apenas estábamos formando nuestra personalidad.
Danny, pero mi niñez no fue tan mala
Jajajjaja, no parceros, yo no digo que todo en la niñez haya sido malo ni que los papás fueran unos monstruos, solo que acá estamos hablando de reparar el daño y de darle consuelo a ese niño herido que siguen en nuestro interior sin importar si tenemos 18, 30, 50, 80 o 128 años…
John Bradshaw, autor de varios libros sobre cómo sanar al niño interior, dice que en nuestra mente hemos acumulado más de 25.000 horas de grabación con la voz de nuestros padres. ¡¡Hijuepucha, eso es muchooo tiempo!!!! El propósito de sanar el niño interior es borrar esas voces de nuestra cabeza o “cambiar en casete” con frases más amables y amorosas.
Para poder sanar el niño interior es necesario reconocer aquellos momentos, mensajes, frases o recuerdos no tan positivos que recibimos de ellos porque estos son los que, al fin y al cabo, han causado esas heridas.
Y esa es precisamente la idea, reconocer que lo que alguna vez nos dijeron por desconocimiento de ellos, por una rabia repentina, por algo que realmente hicimos nosotros ya quedó en el pasado.
Que esas frases que escuchamos o ese dolor causado en nosotros no nos define hoy. Pero para hacerlo debemos reconocer a ese niño que todos tenemos y entrar en contacto con él para que sepa eso que tú hoy, muchos años después, ya sabes.
¿Cómo sanar el niño interior?
Parceros, estos procesos de sanación terapéuticos es bueno hacerlos en compañía o con la guía de alguien que sepa cómo orientarnos para enfrentar, manejar, superar y sanar esas heridas del alma porque es que uno se pone a alborotar el avispero de recuerdos y no sabe con qué hijuepuchas cosas se puede llegar a encontrar.
Esto puede abrir heridas que creíamos que estaban sanadas y va uno a ver y no, solo tenían ahí una costrica pegada con babas. Por eso, mis parceros y parceritas, lo ideal es hacer este viaje al pasado con alguien que nos sepa guiar por los túneles, recovecos y escondites de nuestra mente.
Cuando logramos liberar el dolor y le ayudamos a nuestro niño interior a sanar, podemos mirar al pasado o recordar esos momentos y no sentir que nos desquebrajamos. Así seremos capaces de mirar al futuro libres de miedos y ataduras.
5 ejercicios para sanar nuestro niño interior
Como les decía parceros, un proceso de sanación profunda debería hacerse con un psicólogo o terapeuta. Sin embargo, hay algunos ejercicios que ustedes pueden realizar y que no implican revivir algún momento específico del pasado, sino que se trata de hablar con ese niño que habita en cada uno de nosotros.
1. Meditaciones guiadas
Puedes realizar una meditación para sanar el niño interior. En YouTube encuentras muuuuchaaaas. Escúchalas primero totalmente consciente para sepas cómo se desarrolla y puedas elegir la que más se conecta contigo.
Luego, realiza la meditación los días que consideres que sean necesarios. ¿Cómo puedes saber cuándo parar? Tu corazón te lo dirá, créeme que eso se siente, el cambio se percibe.
2. Meditación personal
Esta meditación puedes hacerlo solo, sin necesidad de escuchar ninguna grabación especial. Lo que debes hacer es cerrar tus ojos y viajar al pasado a cuando eras niño. Trata de recrear con máximo detalle tu habitación o un lugar de la casa en la que vivías cuando tenías esa edad.
Visualízate e inicia una conversación entre tu yo grande y tu niño interior. Dile que lo amas mucho, que estás muy orgulloso de él o de ella; que le agradeces todo lo que hizo por ti. Dile que no tiene nada de qué preocuparse; que lo liberas de cualquier culpa o cualquier daño que crea que te ha causado a ti o a otros.
Acércate y abrázalo con ternura. Trátalo como tratarías a un niño de esa edad que está asustado y triste. Y recuerda que no es cualquier niño, eres tú, tú en un estado de fragilidad absoluta y, posiblemente, de soledad.
Dile todo lo que te hubiera gustado escuchar en esa época de tus padres, de tus profesores, de tus amigos. Dile que está a salvo porque tú lo reconoces y que a partir de ahora lo cuidarás.
Imagina que sonríe, que está tranquilo y feliz, que se siente amado por ti… Que te sientes amado por ti. Y cuando tu niño interior esté tranquilo y feliz, despídete y dile que volverás cada vez que así él no necesite.
3. La foto
Si te cuesta hacer la meditación o si prefieres estar en contacto más permanente con tu niño interior, la técnica de la foto te va a servir mucho.
Lo único que tienen que hacer parceros es conseguir una foto de ustedes cuando eran peladitos. Deben mantenerla siempre cerca. Puede ser en el celular, en la mesa de noche o en un lugar donde la vean constantemente para que cada vez que lo hagan hablen con su yo del pasado.
La idea es que empiecen a crear una conexión con esa parte de ustedes y, así como en la meditación personal, le envíes pensamientos llenos de amor, tal y como te hubiera gustado recibirlas de tus padres con tenías la edad de la foto.
4. Háblale al espejo
Acá no necesitarás ni cerrar tus ojos ni tener una foto tuya porque la idea es que te pares frente al espejo y le hables a tu reflejo como si fuera ese niño herido. El proceso es igual a los dos anteriores: hablarle con amor, decirle aquello que te hubiera gustado escuchar a ti cuando eras niño.
En el ejercicio del espejo es importante que te mires fijamente a los ojos como lo harías con alguien con quien tienes una conexión profunda y especial.
5. Hazte una entrevista
Parceros y parceras, la escritura es sumamente terapéutica para muchas cosas. La idea es que te hagas una entrevista para que puedas recordar cómo eras tú y qué sentías cuando eras un niño o una niña. Escribe en una libreta o un cuaderno (que no sea una hoja suelta porque luego se pierde) las respuestas a esta serie de preguntas.
Deja que sea tu corazón el que responda. No trates de controlar nada por más extraña o dura que te parezca lo que te surge como respuesta:
¿Qué era lo más te gustaba jugar o hacer?
¿Cómo la pasaba en el colegio?
¿Cómo recuerdas que fue tu niñez?
¿Tenías amigos o eras solitario?
¿Cómo te recuerdas en esta etapa de tu vida?
¿Cuáles son los recuerdos más bonitos que tienes?
¿Y cuáles son los peores?
¿Eras un niño o una niña feliz y tranquilo, o eras miedoso?
¿Tus papás estaban contentos de que nacieras?
¿Fuiste bienvenido cuando naciste?
¿Cómo era la relación que tenías con tus padres?
¿Qué les gustaba a de ti?
¿Qué era lo que menos les gustaba?
¿Te sentías amado por los dos?
¿Qué es lo que siempre quisiste oír de tus papás y que nunca te dijeron?
Puedes incluir las preguntas que quieras y que sientas que debes responder. Esto te ayuda, en primer lugar, a reconocer y “revivir” a tu niño interior; y, en segundo lugar, a identificar situaciones o sentimientos que habías olvidado, pero que están ahí, en tu interior.
El mundo está lleno de adultos con un niño herido que necesita amor
Bueno mis parceros, entonces ya saben, a cuidar, consentir y a darle todo ese amor que le hace falta al niño interior. Los adultos nos equivocamos y herimos a los niños por ignorancia o por bobos, jejejje. Pero ahora ya sabemos que todos llevamos por dentro un peladito que somos nosotros mismos. Es hora de darle todo ese amor que tanta falta nos hizo de pequeños.
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El mundo está lleno de adultos que llevan por dentro un niño herido que lo único que reclama es amor y dulzura. Todos necesitamos sanar, todos parceros, esa es la hijuepucha verdad. Tal vez no podamos sanar al resto del mundo, pero, al menos, y eso es mucho, podemos y debemos sanarnos a nosotros mismos.
Les mando mucho amor a ustedes y a esos niños y niñas que llevan dentro.
Chao parceros.
Daniel Tirado / #BeachMoney
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