
Qué más pues parceros. Hoy quiero decirles algo basado en mi propia experiencia y es la importancia de que no demos nada por sentado en la vida. No perder nunca esa capacidad de reconocer un milagro en el hecho de estar aquí, en este hermoso planeta.
Parceros, yo estoy superjuicioso escríbele que escríbele todos los días para que siempre tengan algo bonito en sus vidas, para que cuando se levanten encuentren palabras que los llenen de energía y de esperanza.
Todo lo que yo les escribo por este lado, todo todo es científicamente comprobado, jejejeje. Mentiras, no lo he llevado a un laboratorio todavía, pero sí se basa en experiencias mías o de personas cercanas a mí, es decir, puros casos de la vida real.
Algunas técnicas no las he aplicado en mi vida, pero he leído sobre ellas y siempre que lo hago y que investigo es porque alguien en quien creo y confío me habla de cómo hacer X o Y cosa le ayudó a mejorar su existencia.
Consejo del día: hoy no demos nada por sentado
Lo que yo quiero es que este blog sea una fuente real de esperanza; un lugar donde ustedes encuentren una luz para sus vidas. Que en vez de estar buscando noticias todo el día y leyendo historias de dolor puedan encontrar algo más que es tan real como eso malo, pero que, les aseguro, tendrá un efecto más positivo en sus vidas.
Lo que pasa parceros es que las historias positivas tienen poco lugar en los medios de comunicación y lo que muestran en la sección de “noticias buenas” son chismes de farándula o de Hollywood que lo dejan a uno más aburrido todavía.
En cambio, parceros aquí lo que ustedes encuentran son historias de verdad verdad; historias que si no son sobre lo que me ha pasado a mí en pellejo propio, son de personas comunes y corrientes, de gente normal; ni son estrellas de cine, ni se trata de monjes por allá del Himalaya, ni de parceros que se encontraron la lámpara de Aladino ni nada.

A veces nos levantamos y lo primero que hacemos es escuchar o leer noticias que están llenas de tragedia, pero en lugar de darnos cuenta de que en medio de tantos caos nuestra vida es buena, lo que hacemos es llenarnos de miedo y de malas vibras.
Parceros, mañana cuando se levanten, antes de cualquier cosa, hagan consciencia de lo que tienen: de la cama donde durmieron (sea la cama o el colchón que sea), del techo que los resguardó, de la cobija que los calentó, del aire que llega a sus pulmones, de la posibilidad de vivir un nuevo día.
¿Queremos una vida feliz? Entonces no demos nada por sentado
Parceros, a veces la vida se nos convierte en paisaje, creemos que todo lo bueno que nos pasa o lo que la gente nos da es el deber ser, es una obligación del universo.
Si estudiamos en el colegio es normal pues los papás tienen la obligación de pagarlo; ir a la universidad también hace parte de las responsabilidades paternas; tener un carro, es lo mínimo que debo tener a mi edad; debo viajar por el mundo porque todos los hacen; si encontramos nuestra casa limpia y la loza lavada sin mover un dedo, pues es que para eso le pagamos a la señora del servicio; si alguien de nuestro equipo de trabajo hizo una excelente presentación, es que era lo mínimo que le tocaba…
Y luego decimos que la vida está llena de gente mala y que a nosotros no nos pasa nada bueno y lo que sucede es que creemos que lo malo que nos pasa es una injusticia, ¡¡por qué a míííí!!, pero lo bueno es una obligación.
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Ayyyyy parceros, es que esto puede sonar a disco rayado o a frase de cajón, pero no saben cómo cambia la apreciación de la vida cuando dejamos de dar por sentado las cosas buenas que nos suceden y los tesoros que tenemos.
La capacidad de seguir sorprendiéndonos por el hecho de estar vivos
Parece que a medida que crecemos y estudiamos primaria, secundaria, luego vamos a la universidad, hacemos un posgrado, leemos, conocemos nuevos destinos y personas, en lugar de abrir más nuestra mente, lo que hacemos es limitar o enmarcar más nuestro conocimiento y vamos perdiendo el asombro, esa cualidad tan bonita de los niños que se alegran y disfrutan con todo lo que sucede.
Claro, ellos apenas están viendo el mundo, en cambio nosotros ya lo conocemos, ya nos las sabemos todas; hemos estudiado tanto que no podemos creer en lo que no esté en los libros o en lo que no haya pasado por un microscopio. Es que la vida es como es y ¡¡punto!!

Parte de lo que nos genera seguridad cuando nos volvemos adultos es todo aquello que consideramos nuestras verdades. Estamos convencidos de que la vida es de una manera, que hay una realidad irrefutable y que dudar de ella es poner en juego lo que soy. Así que mi misión es creer en esa verdad con firmeza e ignorar aquello que se salga de mi esquema mental.
Unido a esto, a medida que envejecemos creemos que debemos ser más serios y maduros, lo que (erróneamente creemos) contrasta totalmente con la idea de sentir emoción por un amanecer, ver una flor bonita en el camino; pedirnos siempre por la ventada del avión, del tren, del bus (como yo) y dejarse llevar por la emoción y la espontaneidad que solo surgen cuando nos dejamos ser libres y estamos abiertos a experimentar cosas nuevas.
Que lo bueno no se nos vuelva paisaje
Pero al bloquear esa capacidad para asuntos que pueden parecer muy «cursis» o románticos como emocionarse por un arcoíris, también bloqueamos el asombro, la magia, la gratitud y la felicidad que nos debería producir el hecho de estar vivos, de cumplir un sueño, de tener una cama dónde dormir, de tener mercado en la nevera, agua limpia con solo abrir el grifo, luz con solo tocar un botón, energía en un toma corriente.
Hemos contado con la gran bendición de tenerlo siempre todo en nuestras vidas, y se nos volvió paisaje. Pero debería ser al contrario, deberíamos decir “Wooooooow, desde que soy un peladito me he bañado con agua limpia; nunca he pasado una semana sin tener, al menos, unos tomates en la nevera; con solo oprimir un botón puedo encender la televisión”.
Parceros, esto no es lo normal, nada de lo que tenemos es un deber de la existencia. Todo lo que nos rodea es un regalo que no todos recibieron. ¿Saben cuál es una de las cosas que más amo de viajar? Bueno, son muchísimas, pero una de ellas es la capacidad de apreciación que uno desarrolla.

Cuando uno sale de su realidad, de su burbuja y se va, así sea por un par de semanas, a conocer el mundo de otros se da cuenta que lo que para mí era paisaje, ¡no existe en muchas realidades!, muchachos, ¡no existe! Entonces aprende que no debemos dar nada por sentado en la vida.
Enfócate en lo que tienes, no en lo que te hace falta
Y es que ni siquiera hay que salir del país ni de la ciudad para darse cuenta. Muy posiblemente cerca de donde ustedes viven o trabajan hay gente que no tiene agua potable, que no tiene nevera, que no tienen energía.
Tampoco es necesario reconocer estas diferencias que son abismales y que ya no deberían existir en pleno siglo XXI. En nuestra vida también encontramos regalos, tesoros y milagros que de pronto son más sutiles y, al mismo tiempo, son maravillosos.
Muchos me preguntan cómo tener una vida feliz y yo puedo decirles muchas cosas, pero sin duda una de las más importantes es tener o recuperar la capacidad de percibir lo bello, lo maravilloso y lo excepcional en todo lo que nos rodea.
Lo que sucede muchas veces es que no nos enfocamos en lo que tenemos sino en lo que no tenemos, y como constantemente vivimos en un bombardeo, no solo de publicidad, sino de fotos “reales” de familias felices y de personas que lo tienen aparentemente todo, nosotros, en lugar de ver lo bueno de nuestra vida, nos lamentamos por todo lo que nos falta para tener la vida de ensueño de la parcera que todos los días sube un post perfecto a Instagram.
No le restes valor a tus méritos
Parceros, también sucede a veces que deseamos algo con todas las fuerzas: tener un ascenso, pasar un examen, ganar una competencia, conocer el Mediterráneo. Entonces le pedimos a la vida que nos lo conceda, que haga realidad nuestro más grande anhelo.
Y resulta que cuando sucede y obtenemos lo que deseábamos, en lugar de alegrarnos, de emocionarnos y de darle gracias al universo, lo que sentimos es como si eso que pasó no fuera tan difícil de lograr, es decir, al obtenerlo que quitamos el verdadero mérito que tiene…
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No sé si soy claro parceros, pero es como que cuando obtenemos lo que deseamos en lugar de sentirnos privilegiados y maximizar nuestra alegría, le bajamos el valor a eso que tanto queríamos: “mmmm, parece que los otros candidatos no eran tan buenos, por eso quedé yo”; “el examen estuvo fácil porque todos los aprobaron”; “si gané la carrera tienen que haber sido que el nivel de los competidores bajó”; “qué rico ir al Mediterráneo, pero parece que ahora es como ir a la tienda de la esquina”… Rrrrrrr, me provoca es pegarles un coscorrón.

Parceros, debemos celebrar nuestros grandes logros. Es nuestro deber reconocer los tesoros de la vida y nuestros triunfos. Dejemos de quitarnos los méritos, al contrario, resaltémoslos por más pequeñitos que sean. No permitas que se te conviertan en paisajes, por favor, no los des por sentado.
No importa si el cargo que conseguiste fue de asistente y no de gerente como el de tu amiga; qué importa si no fuiste el único en pasar el examen; no importa si corriste solo dos kilómetros y no una media maratón; tampoco si ahora todo el mundo ha estado en el lugar de tus sueños y ya no es tan difícil llegar allá. Deja de compararte y empieza a reconocer lo que tienes.
Deja de medir tus triunfos en relación con los de los demás
Mejor: simplemente deja de medir tus triunfos. Celebra con todos, con los grandes, los pequeños, los normales. Haz de cualquier noticia feliz una gran fiesta. No te prives de la emoción y de la plenitud que se siente cuando alcanzamos una meta. Disfruta el placer de saborear tus logros, y disfruta también de la dicha de tener todo lo que tienes.
Muchas veces damos por sentado cosas valiosísimas que son un regalo y que, al tenerlas, en lugar de ser conscientes de lo afortunados que somos, acabamos asumiendo que es una obligación de la vida dárnoslas.
A veces nos pasamos la existencia deseando y deseando cosas y cuando obtenemos eso que tanto anhelábamos, una nueva necesidad llega a ocupar su lugar y lo primero que deseábamos, como ya lo obtuvimos, pierde su valor y nos enfocamos ahora en lo que nos hace falta.
Lo peor paceros es que esto nos sucede no solo con los objetos, sino también con las personas. Entonces, cuando las tenemos cerca, dejamos de valorarlas o cuidarlas. Alguna vez le escuché decir a alguien que por alguna razón los privilegios, cuando permanecen en el tiempo, los convertimos en derechos.

Muchas veces por estar pendientes de lo que no tenemos, acabamos perdiendo lo que sí hace parte de nuestra vida, simplemente lo damos por sentado, así que lo ignoramos y nos privamos de la felicidad de disfrutarlo.
Muchachos, parte de la felicidad es valorar las cosas que tenemos en el momento correcto, no cuando ya las hemos perdido o cuando sucede algo que nos sacude y nos hace revaluar nuestras prioridades.
Nada de lo que tenemos está garantizado
Parceros la idea no es que ahora empiecen a tener miedo de perder lo que tienen o que se sientan culpables por poseer más que otros y no ser agradecidos. Tampoco de ser fatalistas o negativos ome.
La idea es ser capaces de contemplar y agradecer todo lo que tenemos para dejar de sufrir por aquello que nos hace falta y que, tal vez, nunca conseguiremos. Empezar a ver la importancia y el valor de todo lo que hace parte de nuestra vida y de nuestro mundo.
Que no demos las cosas por sentado nos impulsa a esforzarnos y motivarnos a cuidar más lo que la vida nos ha dado. No tanto lo material, sino aquellas personas y relaciones que, como siempre han estado ahí para ti (tus padres, tus hermanos, tus amigos, tu pareja, tus hijos), piensas que así será siempre sin importar nada o a pesar de todo.
“A menudo damos por hecho las cosas que más merecen nuestra gratitud”
Parceros, esta frase de Cynthia Ozick, una novelista y ensayista estadounidense de origen judío es perfecta para cerrar la idea de esto de lo que les quería hablar.
Este año la vida nos ha hecho tomar aún más consciencia de nuestra fragilidad y de que no hay nada escrito sobre piedra. Así que no esperemos que haya otro suceso que despelote nuestra realidad y nos haga reflexionar para abrir los ojos y empezar a disfrutar de lo que ya tenemos.

El tiempo, la libertad de decidir lo que queremos para nuestra vida, los amigos, la familia, el amor, la salud, nuestro hogar; poder respirar sin necesitar de una máquina; caminar por las calles o quedarnos tranquilos en nuestra casa son algunas de los miles de regalos que hoy ya tenemos y que muchas veces ignoramos.
Recuperemos el asombro ante las cosas de la vida. Volvamos a ver el mundo con esos ojos de niños, perdamos la pena de vibrar con situaciones que para otros pasan desapercibidas.
Volvamos a sentir admiración y respeto por todo lo que nos rodea, por lo que tenemos y por la vida en sí misma. ¡No demos nada por sentado!!
Se les quiere parceritos.
Daniel Tirado / #BeachMoney
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