
Parceritos y parceritas, qué más ome. ¿Quiénes han escuchado hablar del síndrome de la cabaña??? Este es otro de los fenómenos o de las circunstancias sociales que nos ha traído el coronavirus.
Pues muchachos, resulta que luego de tanto encierro hay más de uno que como que se está amañando mucho en sus cuatro paredes y no es que tengan muchas ganas de abandonarlas.
A pesar de que al principio dio duro acostumbrarse al aislamiento y aún haya más de uno que aunque han pasado varios meses todavía no lo hace, existen otras personas que quisieran quedarse así para siempre, encerraditas, y no tener que regresar al mundo exterior.
¿A ustedes les está pasando eso? ¿Creen que así una parte añore la vida antes del coronavirus, existe otra que ahora disfruta del confinamiento? ¿Aunque hasta hace unos meses se la pasaban haciendo reuniones sociales vía Zoom hoy ya no extrañan de a mucho ver a sus amigos?
Bueno, pues es posible que estés sufriendo del síndrome de la cabaña, algo que se ha vuelto muy común en estos días. Para empezar, no se trata de una enfermedad física ni mental ni de nada por el estilo parceritos, no se me vayan a preocupar. Tampoco es un nuevo síntoma extraño del coronavirus.
Entonces, ¿qué es el síndrome de la cabaña?
El síndrome de la cabaña es algo que se presenta de forma habitual en personas que han pasado mucho tiempo en aislamiento debido a una enfermedad, una dificultad física o, algo muy simple y común, a su trabajo.
Esto es muy normal, por ejemplo, en quieres trabajan en plataformas petroleras, en barcos y submarinos; y en aquellos parceros que han estado mucho tiempo en un hospital o en la cárcel alejados del mundo exterior.
Y es que los seres humanos, como una forma de protección y una manera para manejar mejor las situaciones desconocidas, vamos creando hábitos y rutinas que nos permiten adaptarnos a cambios que, al principio, no fueron deseados.

En este momento, tras el encierro mundial que vivió el planeta Tierra, muuuuchaaas personas que inicialmente lucharon contra el encierro, llegaron a adaptarse muy bien, lo malo es que ahora no quieren abandonar sus casas.
Al principio, la incertidumbre era el cambio de rutina por la prohibición de salir a la calle. En ese momento extrañábamos todo, hasta sacar la basura, jejejjee. Nos parecía imposible permanecer encerrados, no poder caminar libres por la calle, ir a cine, a comer, salir a la esquina.
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Sin embargo, ahora, cuando poco a poco los países han empezado a entrar paulatinamente a la llamada “nueva normalidad”, se está presentando la situación contraria: ya no quieren salir de sus casas.
Entonces, en concreto, el síndrome de la cabaña es el miedo que se produce por cambiar el entorno al que ya nos habíamos habituado tras estar durante largo tiempo encerrados. No importa que para el resto de la humanidad la perspectiva de volver a la calle sea buena, para algunos parceros el verraco miedo de hacerlo los está dominando y paralizando.
¿Cuál es el origen del síndrome de la cabaña?
Resulta parceros que este peculiar síndrome que ahora está de moda tiene su origen en los colonos americanos que pasaban muchísimo tiempo encerrados en sus cabañas durante el invierno.
Inicialmente fue conocido como cabin fever o fiebre de la cabaña. A pesar de ser tan viejo y tan renombrado últimamente, el síndrome de la cabaña no está tipificado ni reconocido por la Asociación Americana de Psicología (APA).
La razón es simple: según los expertos, no está realmente claro su origen y tampoco se han hecho estudios suficientes que lo avalen. Yo creo que es muy posible que luego del coronavirus los psicólogos tengan suficiente material para trabajar, jejejje.
¿Cómo saber si estoy experimentando el síndrome de la cabaña?
Parceritos, los síntomas están relacionados con la ansiedad y la depresión. Entonces, si estás sintiendo miedo o angustia de salir a la calle porque puedes contagiarte del coronavirus; tristeza de abandonar tu casa; apatía de volver a interactuar con el resto de la humanidad; tal vez nervios, algo de insomnio porque la pensadera y la preocupación no te dejan en paz, puede ser que seas uno de los tantos que están experimentando el síndrome de la cabaña.

Pero muchachos, no le metamos más terror del que merece el tema. No se vayan ahora a traumatizar creyendo que están enfermos o que quién sabe qué les pasó a sus cabezas. Nooooo, para nada ome.
Esto que están experimentando es más que normal. Lo que sucede es que son tantas las personas que lo están viviendo que ya se vuelve noticia o tema común de conversación. Pero no hay nada de qué preocuparse.
Lo importante es que puedas identificar por qué te sienten como se sientes. Eso da un poquito de descanso ¿¿no?? Porque no hay cosa más verraca que uno sentir un no sé qué, en no sé dónde y no tener ni la más hijuepucha idea de qué le está pasando.
Eso sí que es peor porque uno empieza a buscar razones de forma desesperada y puede terminar inventándose historias, enfermedades y problemas tratando de explicar eso tan raro y tan nuevo que se experimenta.
Señales de que estoy bien “encabañado”
Dicen los que saben, es decir, los psicólogos, que quien está sufriendo el síndrome de la cabaña puede experimentar alguna de estas situaciones y emociones:
- Alteraciones en el sueño: duermes más, te sientes cansado, algo lento y, al mismo tiempo, por las noches puedes estar desvelándote.
- Te cuesta mucho levantarte en las mañanas y empezar tu día.
- De pronto te es más difícil concentrarte en lo que haces y tienes problemas de memoria.
- Te sientes nervioso y ansioso; no te hallas; tienes una sensación como de desasosiego.
- Puedes experimentar frustración por no saber qué es lo que te pasa y también por la incapacidad de controlar el futuro.

- Estás un poco aburrido y, aunque antes te regalabas para hacer el mercado de la casa, sacar el perro y tener cualquier oportunidad de pisar la calle, hoy te da pura y física pereza.
- No tienes ganas de socializar y mientras tus amigos planean lo que van a hacer para el reencuentro, a ti no te provoca para nada verles las caras.
- Y claro, sientes miedo, más de lo normal, de salir y retomar la rutina que llevabas antes del confinamiento.
Danny, yo creo que tengo el síndrome ese de la granja
De la cabaña ome, lo he repetido como mil veces… Creo que efectivamente lo tienes, te están fallando la atención y la memoria, jejeje.
Espero que luego de leer esto muchos de ustedes queden tranquilos al darse cuenta de que lo que están sintiendo es completamente normaaaaaal.
Y es que ome, después de tantos días uno encerrado, en su casa, con su familia, con su pareja bien cómodo no es fácil pensar que llegará el día en que tanta dicha se va a acabar.
Algunos extrañarán demorarse solo 30 pasos para llegar de la “oficina” a la habitación; otros hasta han podido implementar la siestica bien buena luego del almuerzo; los papás han podido compartir más tiempo con sus hijos…
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Pues, es que quién no se amaña. Aaaayyyyyyy, yo veo que más de uno tiene el ojo aguado. No es fácil, realmente. Algunos estarán felices de volver a la “normalidad”, de retomar sus rutinas precoronavirus y estarán cual preso contado los días.
Pero si ese no es tu caso, tranquilo, no estás solo. Bien dice este sabio refrán: Mal de muchos, consuelo de tontos, jejjeje. Ojo, ese es el dicho, no crean que les estoy diciendo tontos, para nada parceros.
Atención, ¡no salgan!! ¡Peligro!!
Y es que aparte de todo lo bueno que uno encuentra en la casa, llevamos muchas semanas en las que nos repiten, por todos los medios y de todas las maneras que nos quedemos en casa, que el único lugar seguro es «la cabaña»; que nos mantengamos bien guardaditos; que ni se nos ocurra salir a la calle; que prácticamente fuera de nuestras cuatro paredes hay extraterrestres y zombies, jejejej.

Y claro, tienen toda la razón porque es la única forma, por el momento, de contener la propagación del virus y es lo mínimo que nosotros podemos y debemos hacer: cuidarnos.
El caso parceros, es que de tanto escucharlo es muuuy normal que nuestro subconsciente haya procesado bien esa información y que esté convencido de que el exterior es prácticamente, Jurassic Park, jejjeje.
Entonces bien alláááá en el fondooo de nuestra mente habrá un Pepe Grillo que quiere evitar, de cualquier forma, ser devorado por un tiranosaurio rex.
Menchito, entonces qué puedo hacer
Parceritos, me parece maravilloso que busquen soluciones porque, aunque el síndrome de la cabaña es algo normal en una situación como la que está viviendo el mundo, se debe superar.
Una cosa es experimentarla y otra diferente es dejarse ganar por ella y terminar confinados en la casa y terminar como Tom Hanks en el náufrago, flaco, peludo y hablando con Wilson…
Lo primero que pueden hacer parceros es identificar si están siendo víctimas del síndrome de la cabaña o no. Es posible que experimentes algunas de las señales que les decía arriba, pero eso no significa que este sea tu caso.
Es que a quién de vez en cuando no le da pereza levantarse en las mañanas, creo que todos; alguna vez en la vida hemos sentido pereza de salir con los parceros, uno hace planes todo animado y llega el día y la hora y ruega porque se dañe el plan, jejejje.
Entonces no empiecen ahora a buscar una evidencia en cualquier medio señal. Tómenla con calma. Pero si definitivamente no hay duda de que eres todo cabañero (me encanta inventarme palabras: Que la RAE no se entere, jejeje) y ya lo reconociste, te comparto algunas recomendaciones de los especialistas del tema.
Recomendaciones para superar el síndrome de la cabaña
- Normaliza lo que sientes, no es necesario que hagas un drama por lo que estás sintiendo. No estás enfermo, simplemente eres humano.
- Si llevas mucho sin salir ni a la esquina, oblígate a empezar a salir gradualmente. Regálate en la casa para hacer cuanto mandado a la tienda necesiten.
- Si en tu ciudad está permitido, empieza a salir a caminar en los horarios estipulados para hacer deporte. No tienes que correr una maratón, simplemente darle la vuelta a la cuadra y poco a poco vas aumentando el tiempo de permanencia en el exterior.
- Exterioriza lo que estás sintiendo, eso es muy importante parceros, para todo en la vida. Busca a alguien que te genere confianza para contarle lo que te está pasando.

- Si tu familia ha sentido tu cambio de humor, explícales lo que estás experimentando.
- Si el coronavirus no ha sido suficiente para aprender esta lección, te la repito: ¡suelta el control!! Deja que todo fluya. Tratar de controlar lo que no está en nuestras manos aumenta la frustración y la desesperación.
- Lo que sí puedes hacer es controlar lo que está en tus manos: cumplir con las medidas sanitarias.
- Si ves que la situación se intensifica, perdura en el tiempo y piensas que no la puedes controlar, busca apoyo de un profesional, esto nunca está demás. Puede ser que de paso te ajuste una que otra tuerca que tengas suelta desde hace mucho, jejejje.
- Algo muuuuy importante, a no ser que trabajes en el área de la salud o seas periodista y lo necesites para realizar tu trabajo: deja de estar pendiente de las cifras del virus. No sacas nada con saber el número de casos. Lo único es incrementar el miedo y la ansiedad.
Somos animales de costumbres
Aaaayyy, olvidé una recomendación muy, pero muuuy importante. Una que nunca me puede faltar. Adivinen pues… Sí mis parceros: ¡meditar!!! La respuesta a todos los males, jejjejej.
Les recomiendo esta meditación parceros para subir las defensas físicas y emocionales:
Bueno, siguiendo con el tema… Definitivamente el hombre es un animal de costumbres, no hay nada más cierto muchachos. Entonces no se preocupen que así como pudieron superar el encierro cuando pensaron que era lo peor que les podía pasar, van a superar también el regreso a la sociedad.
Poco a poco nos iremos adaptando a lo que viene. Este ha sido un año muy retador para todos, pero si analizamos lo que hemos logrado como individuos y como sociedad, rescataremos muchas cosas que podemos aplicar en todos los ámbitos de nuestra vida.
Somos unos verracos parceros. Ustedes lo son. De verdad. Esto no ha sido sencillo y aquí seguimos. Hemos hecho parte de un momento de la humanidad que aparecerá hasta la eternidad en los libros de historia.

Aún no sabemos todo lo que esto nos ha transformado. Con el paso de los años descubriremos que no todo fue tan malo y que, al final, salimos más fortalecidos y sabios.
Así que mis parceritos, no se presionen, no se afanen que todos fuimos lanzados a vivir una circunstancia para la que nadie nos preparó y frente a la que nadie, absolutamente nadie, estaba preparado.
Un abrazo mis parceros del alma.
Daniel Tirado / #BeachMoney
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