Parcerooos, qué cosa más loca todo este tiempo. Creo que este es un llamado a volver al origen, recuperar la esencia de nuestro negocio y de nuestra vida para recordar qué es lo importante.
Qué tiempos más extraños: un virus que tiene paralizada a la humanidad, personas que aseguran haber visto naves espaciales, abejas gigantes asesinas. ¿Pero en qué momento nos metimos en una película de ciencia ficción??? ¡Que alguien me explique… y me saque!
Es una cosa de locos, ahora sí que se vinieron los cuatro jinetes del apocalipsis, jejejje. Esto parece un capítulo de una serie muy vieja que se llama Mil maneras de morir, a alguno de ustedes les debe haber tocado.
Era un programa de televisión que, aunque pareciera imposible de creer, estaba basado en hechos reales y que en cada capítulo recreaban unas muertes loquísimas e inusuales que estaban sazonadas por una narración llena de humor negro. Uno no sabía si reír o llorar… (la verdad es que yo siempre me moría de la risa).
Pero bueno, a pesar de lo raros que han sido los últimos meses, me siento feliz con todo lo que está sucediendo… No, no soy masoquista, para nada. Amo la vida, los viajes, los pequeños y grandes placeres, disfruto al máximo todo y creo que esa es la razón por la que, aunque sí me parece un «poco» muuuy extraña esta situación, le he encontrado su lado dulce.
Es momento de recuperar la esencia y recordar lo importante…
Parceros, yo me ponía a pensar: es como sí la vida nos estuviera rodeando y acorralando para demostrarnos, una vez más, nuestra fragilidad, lo minúsculos que somos ante la inmensidad del universo infinito.
Pero pienso que no lo hace por maldad, por castigo, por asustarnos, por hacernos caer en una depresión ni la más verraca, para nada parceros.
Yo siento que esto que está pasando, al contrario, es para que, por una vez en mucho tiempo, soltemos el control de todo y nos dejemos llevar por la vida y por su sabiduría. Que recordemos lo que realmente tiene valor.
Esto puede ser difícil de entender, pero yo lo siento así porque en mi vida y en la vida de algunas personas cercanas he visto cómo cuando uno suelta el control y deja que la vida se encargue, cuando uno deja de batallar contra la corriente y se entrega ¡puuuuuffff!, algo mágico sucede, parceros, se los juro.
…Y de replantear algunas “verdades”
Lo que pasa es que desde pelados nos han enseñado a mantener el control, a luchar, a competir, a sobrevivir, a pelear, a ganar, a sudarla, a sufrirla…
Hemos crecido con la idea de que estamos en una competencia constante, una competencia con los otros y con nosotros. Y esto se refuerza cuando entramos en el mundo de los negocios.
Debemos ser los mejores de la clase, de la universidad, los mejores profesionales y, claro está, debemos ser los más grandes empresarios. Y ese «ser mejores» de la forma en la que nos han enseñado significa, muchas veces, sobresalir por encima de los demás y superarlos haciendo lo que sea necesario para subir ese escaño.
Olvidamos que también existe la posibilidad de convivir todos juntos, de poder triunfar y permitir que también triunfe mi parcero; de tener buenas calificaciones, así como mis compañeros; de que mi negocio prospere, así como el del vecino… En esta vida alcanza para todos muchachos, para todos.
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Nos han dado un discurso contradictorio que lo que hace es confundirnos, jejjejee. Por un lado, tenemos la idea del compartir, del ser generosos, compasivos, de ayudar al prójimo. Pero eso solo cuando lo vemos débil, porque si a ese prójimo lo vemos más fuerte o tan fuerte como yo, se convierte en una amenaza y ahí sí no debo compartir, no, por el contrario, debo atajarlo, debo ganarle y, de ser el caso, sacarlo del mercado.
Como empresarios cuándo debemos parar, cuál es el límite
Vivimos en una carrera constante, siempre queremos más… Nos han dicho que no debemos ser conformistas y en eso estoy totalmente de acuerdo, pero no nos dan el contexto total del asunto.
Creemos que no ser conformistas es tener siempre que lucir lo último en guarachas: sea el celular, el carro, la tecnología, el último grito de la moda. Las empresas lo saben, así como muchos de ustedes que son empresarios: deben generar una necesidad constante en los consumidores para que compren más y más y más…
Parceros yo soy el primero en defender la plata, las empresas y una empresa se hace para ganar billete. Pero antes del billete debe haber una motivación profunda, un deseo genuino, una pasión que me impulse a ayudar o a solucionarla la vida de las personas.
Eso nos suena raro porque estamos tan metidos en el ciclo del consumo que creemos que estudiamos para ganar plata, trabajamos para ganar plata, montamos un negocio para ganar plata… Pero ese no es el orden parceros.
Qué delicia que es tener la libertad de hacer lo que a uno le da la hijuepucha gana, hacer lo que realmente ama, poder entregar mis dones, mi producto, mi servicio con un deseo genuino de ayudar a la gente y, claro, hacerlo rentable porque en la medida en que el negocio crezca podré llegarle a más gente, ayudar a más personas, contribuir a un cambio más profundo…
Cada empresa es una historia llena de alma y corazón
Pero no, hoy vivimos en una carrera contra el tiempo para ser más productivos, para ganar más, para tener mayor rentabilidad…
Un día hablaba con una amiga sobre qué hacer para no perder de vista la realidad de las cosas, cómo no perder la proporción de la riqueza y cómo ser capaces de mantener, hasta el último día, la esencia del negocio y no olvidarlo por ir tras una rentabilidad mayor, más clientes, locales, ciudades, más, más, más…uuuufffff, ¡qué cansancio parceros!!
La importancia de recordar y de volver a la esencia de nuestros negocios, esos que empezaron siento un sueño. Y es que cuando uno habla con emprendedores como ustedes es tan bacano escucharles las historias que motivamos la creación de sus negocios.
Uno escucha cosas tan bonitas: “cuando me fui de intercambio trabajé en una pizzería y lo disfruté tanto que siempre soñé con abrir mi propio negocio”; “mi mamá era modista, yo crecí viéndola pegada a la máquina día y noche; hoy tengo mi marca de ropa en su honor, porque ella amaba ver felices a sus clientas con sus creaciones”; “estudié diseño gráfico pero, con el tiempo, comencé a practicar yoga y luego de hacerlo, muy a mis 40 años pasados, me di cuenta de que quería dedicarme a enseñarlo porque amo la paz que experimento cuando lo practico y porque quiero que más personas experimenten lo mismo”…
Recordar y volver a la esencia de nuestro negocio
Wooow, son tantas y tantas historias bonitas, parceros… Y luego pasa el tiempo, comienza a irles bien, muy bien, y ya no es una pizzería sino tres restaurantes más; ya no son prendas hechas con amor sino una marca de ropa carísima que sobrepasa el precio justo; ya no son las clases de yoga para acercar la gente a su interior sino una máquina de clases masivas en las que, lo que menos se siente, es tranquilidad…
Eso está muy bien, quién no quiere vivir de su pasión, pero la pregunta de mi amiga iba a cuándo parar… Cuándo decir no abro más restaurantes porque quiero seguir haciendo la masa con la dedicación de la primera vez; cuándo ser capaces de tomar la decisión de que aunque mi marca de ropa es muy apetecida, puedo mantener el precio inicial en el que yo ganaba y mis clientes podían costearlo… Cuándo decirle no a un alumno para poder mantener un grupo pequeño en el que yo pueda estar realmente presente y consciente.
Danny, pero uno cómo le va a decir que no al billete
Parceros, nos han enseñado a que entre más mejor y a no tener límites. A desear sin fin por el solo hecho de tener y de demostrarnos que somos unos verracos. Que la gente vea que ganamos bien, que somos “exitosos”, que tenemos lo que queremos, que no somos chichipatos…
Si podemos ganar más, ¿por qué no hacerlo?, si podemos bajarle a la calidad a los ingredientes de la pizza para que nos quede más platica, por qué no hacerlo… Si al bajarle el sueldo a los confeccionistas podemos tener más utilidad, por qué no hacerlo… Si masificamos las clases para tener más plata, por qué no hacerlo
Ustedes saben que yo soy el defensor número uno del emprendimiento, de los negocios, de la plata. Yo no he salido de un proyecto y ya estoy metido en otro y en otro y en otro… Pero en ninguno, créanmelo, en ninguno pierdo de vista el sentido y la motivación de lo que hago.
Para la muestra este blog que no me genera ninguna ganancia económica pero que es de los proyectos que más quiero, es mi hijo bobo, mejor dicho, jejeje.
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Acá materializo todo aquello que quiero compartir con ustedes, es mi forma de hablarles, de sentirlos cerca, de transmitir lo que la vida me ha permitido vivir en carne propia o a través de otros…
Entonces parceros, el tema es de mesura, de no perder el foco, de saber realmente detrás de qué estamos, cuál fue nuestra semilla, qué tanta plata necesitamos para vivir, ¿somos un barril sin fondo dispuestos a sacrificar la salud, la paz, la familia, la tranquilidad, la conciencia por ganar y ganar más? ¿Realmente necesitamos tanto?
La historia del pescador y el gran industrial
Estos días nos han demostrado que podemos vivir sin muchas cosas… La ropa más play está guardada; el reloj “reguau” que pagamos a 36 cuotas, guardado; el carrazo que anda a 120 kilómetros por hora, guardado…
¿Y nuestra vida qué? Ahí sigue, más liviana, más tranquila, sin menos presión. La moda de la pijama y la chancla ha sido maravillosa para muchos, jejejje… Y la vida sigue, nuestra mente sigue pensando, nuestro corazón funcionado, tenemos todo teniendo tan poco…
Les quiero compartir esta historia de Anthony de Mello que materializa, mejor que nada, de lo que les estoy hablando. Se llama El pescador satisfecho:
El rico industrial se horrorizó cuando vio a un pescador tranquilamente recostado contra su barca fumando una pipa. ¿Por qué no has salido a pescar?, le preguntó el industrial.
Porque ya he pescado bastante por hoy, respondió el pescador.
¿Y por qué no pescas más de lo que necesitas? Insistió el industrial.
¿Y qué iba a hacer con ello?, preguntó a su vez el pescador.
“Ganarías más dinero”, fue la respuesta. «De ese modo podrías poner un motor a tu barca. Entonces podrías ir a aguas más profundas y pescar más peces. Entonces ganarías lo suficiente para comprarte unas redes de nylon con las que obtendrías más peces y más dinero. Pronto ganarías para tener dos barcas… y hasta una verdadera flota. Entonces serías rico, como yo”
¿Y qué harías entonces? Preguntó de nuevo el pescador.
Podrías sentarte y disfrutar de la vida, respondió el industrial.
¿Y qué crees que estoy haciendo en este preciso momento? Respondió el satisfecho pescador.
Nos desgastamos en el presente para vivir en un futuro lo que podríamos disfrutar hoy
Aaaaaaayyyy parceros, qué belleza no, ¿cómo les quedó el ojo? Digan pues si no se sienten identificados ome… Es que así somos, trabajamos de sol a sol, rentabilizamos los minutos, los segundos, andamos con un reloj pegado en la frente…
No podemos parar, no debemos hacerlo. Hay que producir y producir para ganar cada vez más y más, ¿para qué?? Pues para después irnos a viajar durante 15 días en un tour maratónico, tomarnos fotos, compartir en redes y luego volver a la oficina a trabajar de nuevo para ganar plata para los próximos 15 días de vacaciones… ¿Y entre vacaciones y vacaciones qué? ¡¡Nuestra felicidad queda pausada!!
Aprovechemos que estamos en casa para mirar hacia adentro
La vida nos está llamado a volver al origen, volver a lo simple. Díganme si no es muy bonito que nos hayan mandado a encerrarnos a nuestra casa que es el lugar donde “somos” realmente, donde están las cosas que amamos, donde nos resguardamos cuando estamos tristes, donde disfrutamos de la soledad o de la compañía que realmente queremos. Uno no mete a su casa a cualquier persona. El hogar es el lugar seguro.
Quedarnos en el hogar es una bella invitación que la vida nos ha hecho para mirar hacia adentro, para vernos realmente, para poder silenciar las exigencias del exterior y escuchar aquello que realmente nos queremos decir ya sin presiones del qué dirán, del qué pensarán…
En nuestra casa no tenemos que mantener una imagen o adquirir una postura falsa. En nuestra casa somos realmente sin maquillaje, sin perfumes, sin plancharse el pelo, sin afeitarse, sin arandelas.
Recobremos nuestra humanidad y el deseo genuino de ayudar a otros y de hacer de este un mundo más amable y bonito para todos.
Parceritos, se les quiere.
Daniel Tirado / #BeachMoney
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