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SOLTAR LAS EXPECTATIVAS

“Cuando las expectativas se reducen a cero, uno aprecia realmente todo lo que tiene”

Uuuuufff, qué frase más sabia y bonita ome. Y es nada más y nada menos que del súpergenio, físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico Stephen Hawking, mejor dicho, una pepa que habitó nuestro mundo hasta hace dos años

Y si lo dice alguien como él, hay que creerle por múltiples razones. Para empezar, no era una persona religiosa, era un científico, es decir, no se caracterizaba precisamente por tener una mente inclinada por temas espirituales sino solo por aquello que podía demostrar.

Segundo, porque es el autor de gran parte de los descubrimientos de la astrofísica moderna, como la nueva teoría del espacio-tiempo y de la radiación de los agujeros negros, es decir, puras pendejaditas.

Pero, sobre todo, y como si lo anterior fuera poco, porque a los 21 años le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica (menos mal debo escribirlo y no leerlo porque aquí me quedaría toda la vida), un trastorno degenerativo que, de acuerdo con los médicos que lo trataron, le garantizaba, máximo, cinco años más de vida.

Soltar las expectativas y abrirnos a la vida

Pues voilà, murió a los 76 años, vivió 50 más de lo pronosticado, pero no solo eso, sino que su existencia cambio el rumbo de la historia. Creo que él nunca imaginó ni espero hacer lo que hizo en esos “años de más”.

Entonces, con todos estos antecedentes creo que él, más que nadie, es autoridad para decir lo que dijo y nos pone a pensar un poco sobre las creencias que tenemos frente a lo que esperamos de la vida, las ilusiones que nos hacemos sobre las situaciones y las personas que, en ocasiones, terminan siendo tan altas que se convierten en un foco de decepción y frustración en nuestra vida.

Sé que decir que no hay que tener expectativas puede sonar un poco derrotista, conformista, que para algunos significa dejarse llevar por los demás y esperar que la vida tome las decisiones que yo debería tomar, pero nada más alejado de la realidad.

SOLTAR LAS EXPECTATIVAS

Entiendo que hay un factor muy importante en la vida y es la ilusión, hacer planes, imaginarse un futuro prometedor y encontrar en eso un combustible para nuestra vida.

Soltar las expectativas puede generar un cambio real en nuestra felicidad

Todo eso es cierto, pero qué pasa cuando nos hacemos una idea de lo que está “bien” o “mal” en una situación o con una persona, cuando tenemos un checklist o un esquema mental para evaluar lo que pasa en nuestra vida o la gente que conocemos, “esto debería ser así”, “él debería actuar de esta forma”, “si me valora debería demostrármelo de esta manera”.

Tenemos parámetros que aplicamos con nosotros, con los demás y con la vida en general volviéndonos inflexibles. Nos hacemos una idea tan definida de lo que vale la pena y lo que no, que cuando algo o alguien, por mínimo que sea, se aleja de nuestro estándar, lo desechamos o le cerramos la puerta.

Esto sucede mucho, pero mucho en las relaciones. Personas que se quejan porque están solas, pero inmediatamente les presentan o conocen a alguien sacan el listado mental y empiezan a poner caritas felices y tristes a diestra y siniestra: “mmmmm, esta pelada me gusta, pero parce, escucha vallenato, creo que no va conmigo”; “no, pues el parcero es querido, pero pensé que bailaba mejor”; “sí, estamos bien, pero no sé, algo me falta, creo que ella no es lo que yo esperaba”.

SOLTAR LAS EXPECTATIVAS

Por aferrarnos a las expectativas nos perdemos lo que la vida nos regala

Cuando vivimos guiados por las expectativas estamos expuestos a sufrir muchas decepciones porque esperamos que la vida funcione como hemos planeado, que todo resulte como nos gusta y que los demás nos traten de acuerdo a lo que creemos que debe ser. Nos cerramos a lo que nosotros pensamos, negándole a la otra persona ser como es.

De esa forma vamos cosechando decepciones y creemos que la vida es injusta con nosotros, que somos de malas, que a todos les pasan cosas buenas menos a nosotros…

Y resulta que no, que también nos pasan cosas buenas, solo que tenemos expectativas tan altas y patrones de “perfección” tan limitados que nada ni nada nos da la talla, y por buscar solo lo que esperamos, no nos damos cuenta de lo que la vida nos está dando.

“Sí, la pasé bien en el viaje, pero pensé que Europa era mejor”; “El restaurante estaba rico, pero me lo habían recomendado tanto que esperaba encontrarme otra cosa”; “sí, mis hijos son muy juiciosos, pero nunca me sacan 10 en el colegio…”, nunca nada es suficiente.

Por experiencia, propia o ajena, vamos construyendo unos ideales de vida, de familia, de trabajo que están enmarcados en comportamientos que nosotros calificamos de buenos o malos, entonces, si lo que la realidad nos presenta no se acopla a lo que nosotros habíamos idealizado, no importa qué tan bueno pueda ser, empieza el corto circuito.

Cuando nos aferramos ciegamente a lo que deseamos, bloqueamos el flujo del universo

Lo mismo sucede cuando damos un regalo o ayudamos a alguien, muchas veces lo hacemos no pensando en el bienestar de la otra persona, sino en lo bien que me voy a quedar.

Lo hago para parecer generoso, detallista, considerado, especial, entonces, consciente o inconscientemente estoy esperando que, a cambio, me llenen de halagos, de agradecimiento o se enamoren de mí.

Olvidamos que la vida consiste en obrar de la mejor forma sin esperar absolutamente nada a cambio. Es hacer las cosas por un deseo auténtico, no esperando que nos den la medalla al mérito.

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Y esto no sucede solo con las personas, también nos pasa con la vida en general, obramos de una forma u otra y esperamos la recompensa. Creemos que siguiendo un paso a paso podremos garantizar que nos suceda aquello que tanto deseamos.

Nos aferramos tanto a lo que queremos y creemos que es nuestro ideal, que no dejamos espacio para que la vida actúe, para que el universo se encargue de proveernos eso que realmente necesitamos.

SOLTAR LAS EXPECTATIVAS

No nos damos cuenta de que la sabiduría de la inteligencia infinita es poderosa, magnífica y realmente sabe lo que nos hará felices. Si fuéramos más conscientes de esto nos abriríamos a recibir lo que nos quiere dar.

Es como estar en Italia y querer almorzar sancocho

Hagan de cuenta que alguien se va de viaje a Italia y no conoce nada, pero nada del país, por ejemplo, no sabe que son expertos en preparar pasta. Entonces, llega a un restaurante y en lugar de dejarse asesorar por el mesero, pide que le sirvan sancocho (un plato típico de mi país).

El mesero muy amable intenta hacerle entender al parcero que ellos no saben qué carajos es el sancocho pero que le pueden ofrecer la especialidad de la casa: pastas napolitanas echas en bowl de queso…mmmmmm, ustedes no se imaginan la delicia que es eso.

El parcero se niega rotundamente a escuchar al camarero y se obsesiona con su verraco sancocho. El restaurante, para evitar que el señor de ofusque y tratando de que se lleve un gran recuerdo de Italia, le dice que la casa invita y le ofrece su mejor plato, el que ha sido galardonado en los más prestigiosos premios de alta cocina…

Pero resulta que no, que no y que no, “que lo que yo quiero es un sancocho”. Al final, como era de esperarse, el restaurante tira la toalla, no sabe qué más hacer para convencerlo, y el parcero sale del lugar muerto de hambre y de mal humor, renegando porque la vida es injusta, nadie lo escucha, nadie lo entiende y porque tiene mala suerte… “pobre de mí”.

Uno viendo eso desde afuera dice: este parcero tan tonto, le iban a dar uno de los mejores platos que hubiera podido comerse en la vida y por andar pensando en su bendito sancocho, lo despreció…

Claro, lo vemos muy nítido porque no somos ese parcero, no nos gusta el sancocho y tenemos claro que si vamos a Italia, comemos pasta.

Danny, no entiendo qué tiene que ver un sancocho con las expectativas

Aaaaayyyyy, cuántas veces en la vida actuamos así, tal cual. Nos aferramos a lo que nosotros creemos que es bueno basado en lo poco que conocemos, en lugar de dejar que el universo, Dios, la energía universal, Buda, el que ustedes quieran nos dé lo que realmente queremos, merecemos y necesitamos.

Eso, parceros, es lo malo de las expectativas. Nos aferramos a una idea y si se nos presenta algo que no cumple con esos estándares ni siquiera somos capaces de darnos cuenta de lo que bueno que es y lo dejamos pasar por aferrarnos tercamente a lo que nosotros queremos o esperamos recibir.

Cuando nada se espera, es cuando todo llega

Cuántas veces hemos escuchado eso y qué rabia que nos da cuando alguien nos lo dice. Claro, como no son ellos los que están solos con ganas de tener una pareja estable; no están desesperados en su trabajo deseando encontrar otro, o no son los que están hasta el cuello de angustias ni problemas… así muy fácil.

Es bueno tener planes y proyectar lo que queremos; visualizar la realidad que deseamos no solo es bueno, sino que funciona, pero debemos desear dejando la puerta abierta para que entre lo inesperado.

Aferrarnos a nuestras expectativas puede bloquear el flujo energético y la llegada de algo mejor. Es como el ejemplo de la pasta, el parcero había condicionado su deseo culinario solo a lo que conocía y, por lo tanto, pedía con base en su realidad, ignorando que más allá de lo que nosotros vemos o creemos hay un vasto mar de opciones que también están permitidas para nosotros.

A veces, nuestras expectativas no son acordes con lo que realmente merecemos

Sucede también que muchas veces no pedimos lo que merecemos porque muy adentro pensamos que no lo merecemos. Nuestras expectativas podrán ser “altas” pero distorsionadas.

Pedimos una pareja que “al menos sea fiel y me quiera”, cuando merecemos un amor real, profundo, basado en el respeto… Lo que pasa es que como nunca lo hemos tenido, pensamos que no existe, o al menos no en nuestra vida, no para nosotros.

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Podemos pedir al universo, tener algunas expectativas (es imposible que no), pero no aferrarnos a ellas. No esperar nada es permitir que las cosas fluyan, es tener apertura y receptividad ante lo que la vida nos quiere dar. No espero nada, no porque no crea que sea posible, sino porque me abro a recibir todo.

Nos aferramos al verraco árbol cuando podemos disfrutar del bosque entero

Parceros, cuántas veces nos ha pasado que nos obsesionamos tanto con un resultado en concreto que perdemos la capacidad de ver lo que sucede a nuestro alrededor. Yo sé que cuando uno está con el barro hasta el cuello todo parece imposible, negro y dramático.

Pero todo pasa, lo bueno y lo malo, todo pasa. Y tengan la seguridad de que va a llegar el día en que ustedes miren para atrás y digan: “Aaayyy parcero, se acuerda cuando pensé que nunca iba a sacar adelante mi emprendimiento y mire cómo estoy ahora… las cosas se dieron de la mejor manera, hermano”.

Es necesario mirar para atrás para darse cuenta de que todo se resuelve, tarde o temprano (el tiempo es taaaan relativo), pero todo se resuelve, siempre parceros, siempre. Confíen en mí ome.

Cuando recuerden esos momentos sean conscientes de que todo se dio de la mejor manera, de que, como dicen por ahí, es un hecho que “no hay mal que por bien no venga”.

Es bueno que lo tengan claro porque volverán los momentos difíciles, los momentos de desesperación, de creer que están en la inmunda y que nada sale como ustedes esperan…

Pero si miran para atrás sabrán que ya han pasado por esas y que de esta también van a salir, que todo es un proceso y que deben tener planes e ideales, pero no aferrarse a lo que ustedes consideran que es la mejor y única salida para sus dificultades… Dejen al universo actuar ome.

Repitan conmigo: me abro a recibir, me abro a recibir

Cuando recuerden su pasado y sean conscientes de lo bueno que fue haber soltado una situación y las expectativas, y cuando los que llamamos “un milagro” se manifiesta en sus vidas y todo sale mejor de lo que soñaban, compartan su experiencia con otras personas, no saben a quién pueden estar ayudando.

A veces creemos que las cosas buenas les pasan solo a los ricos y famosos o a un parcero por allá en la China, pero que no nos puede suceder a nosotros.

Así que parceros, compartir lo bueno, no por chicanear, sino por abrirle el camino a otros que también lo necesitan, es una bonita forma de impacta positivamente al mundo, de dar esperanza.

Soltar las expectativas es abrirnos a la máxima abundancia

La clave es que, sin perder la emoción de la vida, tratemos de mantener un punto medio y cuando estemos pasando un mal momento no creamos que es el fin del mundo, que la vida nos odia o que somos lo peor.

Y tampoco que cuando estemos en buen momento, olvidemos por lo que hemos pasado y las cosas que se han aprendido.

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Parceros, ábranse a recibir que la vida es infinita, próspera y generosa y tiene mucho para darles, en serio. No limiten los regalos del universo a lo que ustedes piden, nosotros no somos tan generosos como creemos, así que a veces pedimos desde la escasez.

Pero el universo no, el universo es infinito, generoso y estará siempre feliz de darles lo que realmente será para su crecimiento y dicha.

Así que parceritos, a soltar esas verracas expectativas y dejar que la vida fluya.

Se les quiere ome.

Daniel Tirado / #BeachMoney

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